Octavio Salazar Benítez, La igualdad en rodaje: Masculinidades, género y cine. Valencia, Tirant lo Blanch, 2015.

doi: 10.18543/ed-64(1)-2016pp423-426

Octavio Salazar Benítez, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba, tras previos e inspirados ensayos con perspectiva de género, tales como Las horas: el tiempo de las mujeres (2006) o Masculinidades y ciudadanía: los hombres también tenemos género (2013), nos invita, con su comprometido y acertado enfoque feminista y de género, a sentarnos cómodamente en nuestro asiento, a ponernos seguidamente las «gafas violetas» y sumergirnos en un largo viaje cinematográfico, con el fin de diseccionar la masculinidad dominante y sus múltiples expresiones proyectadas en la gran pantalla. De este modo, en La igualdad en Rodaje: Masculinidades, género y cine se explora, por medio de las imágenes, escenas y arquetipos que sirven para construir y fabricar personajes, las miserias y disfunciones de la masculinidad hegemónica, en su heterogeneidad de variantes y escenarios de acción.

El séptimo arte, como producto cultural de masas, es quizás por excelencia, hoy en día, la principal ventana al mundo de la ciudadanía. Se trata de un universo de referencias e identificación genérica y moral clave para acercarnos a la cosmovisión socio-cultural dominante en nuestras sociedades. Es un dispositivo cultural y socializador enormemente poderoso, por el cual se transmiten creencias y valores fuertemente asentados en el imaginario colectivo. Por lo tanto, la industria cinematográfica no es meramente una fábrica de sueños, nuestros sueños ya están previamente creados y el cine, fotograma a fotograma, únicamente los reaviva, bajo el influjo de la acción poderosa de la ficción narrativa.

Una película se convierte así en un vehículo de reproducción de lo real, e igualmente de una realidad asimétrica y desigual entre los sexos, que por desgracia continúa perpetuándose bajo un argumento, donde el actor principal del plantel, tal como nos lo describe Salazar a lo largo de su ensayo, es el varón blanco, occidental, de clase media-alta, heterosexual, joven y sano, epicentro de lo que se percibe, desde la cosmovisión androcéntrica dominante, como referente simbólico neutro y universal.

Los estereotipos de género se difunden a través de la representación. Pero al mismo tiempo, se asimilan por el/la espectador/a, que mira e interioriza a partir de un imaginario común y ampliamente compartido. Esto formaría parte de un proceso de socialización estructural de género, en cuyo contenido y evolución se entremezclan ingredientes tradicionales que confluyen con otros de signo más o menos rupturista. De ahí surge una resignificación sexual-genérica de complejas dimensiones hacia nuevas formas de masculinidad y feminidad, que aún redefinidas, siguen hoy en día reproduciendo la estructura de poder patriarcal.

De esta forma, La igualdad en rodaje, publicado en la prestigiosa editorial Tirant lo Blanch (concretamente dentro de la colección «Cine y Derecho»), nos muestra como la masculinidad no siempre se ha representado ni se ha definido de la misma manera. El modelo de masculinidad preponderante siempre se ha metamorfoseado, y por lo tanto readaptado, siguiendo invariablemente un mismo «guión», en el que el androcentrismo prevalece como cliché reiterado y en resistencia a desaparecer de la «trama» social.

Sin embargo, no todo son malas noticias, otras formas de identidad masculina tienen cierta presencia y cabida en films de reciente creación. Nuevas formas de sentirse y actuar como hombre socialmente, en mayor o menor grado disidentes, ocupan un mayor espacio en las series de televisión y en películas que pudieran no ser adscritas a eso que llamamos comúnmente underground. En el mainstream cinematográfico, últimamente emergen personajes atípicos, que escapando de los estrechos márgenes de los prototipos tradicionales y machistas, reivindican también su espacio, rompiendo con viejos arquetipos, que aunque reciclados, suponen una masculinidad sumamente alienante y en consecuencia opresora contra las mujeres.

En lo que va más allá de ser un libro de consulta de cine, Salazar muestra un compromiso inquebrantable por la igualdad entre los sexos, demostrando una mirada que sabe e invita a examinar más allá de la superficialidad de la pantalla. La pasión con la que el autor nos muestra implícitamente su cinefilia, se combina coherentemente con sus evidentes dotes comunicativas y su dominio del «arte» de la escritura. En este sentido, ningún libro ha tratado con tanto acierto y lucidez la relación entre la construcción socio-cultural de lo que se entiende que debe ser, sentir y actuar un hombre y el hecho de la complejidad con la que dicha masculinidad se manifiesta visualmente a través de la producción cinematográfica. El reto es a primera vista enorme. Sin embargo, desde un concienzudo y acertadísimo análisis, el autor, sirviéndose del utillaje teórico que la óptica de género nos ofrece, nos consigue regalar un libro excepcional, que tampoco igualmente se conforma con ser un tratado sobre masculinidades al uso.

En principio, la temática del libro pudiera inducirnos a que, antes de dejarnos atrapar por su atractiva lectura, entendiéramos equivocadamente que nos encontramos ante un libro de carácter meramente divulgativo. La sobresaliente pericia del autor para captar la atención de el/la lector/a, le lleva a la creación de una obra que atesora un acertado equilibrio entre densidad analítica e invitación a la lectura ininterrumpida. Durante la lectura de este ensayo, el/la lector/a, especialista o no en cuestiones de género o cinematografía, rara vez podrá dejar de apartar su mirada de la pantalla, o más bien, si hablamos realmente con propiedad, de las páginas de un libro que muestra una inusual capacidad de atraer a una amplia gama de lectoras/es.

Este es un mérito digno a destacar, que más allá de que demuestre las múltiples e indudables destrezas comunicativas del autor, nos sirve a muchas/os como guía a emular para quienes tenemos la ambición de que los valores de la igualdad de género sean más accesibles y difundidos a través del vehículo de formatos, que aún cargados de rigurosidad y profundidad analítica, sean a su vez atractivos y persuasivos para un público poco familiarizado con las teorías feministas y de género.

Salazar despliega amor por el séptimo arte y una ingente cultura cinematográfica. El abanico de géneros cinematográficos que el autor maneja es amplio y bien representativo de la enorme selección de más de 400 films reseñados a lo largo de sus páginas: westerns, cine negro, drama, comedia romántica, bélico, cine de época, thriller, etc. La publicación de una segunda edición que reseñe y analice más películas (sobre todo films de enorme interés y que se han estrenado tras la salida del presente libro), resultaría ser una excelente noticia para quien se haya quedado o se quede con las ganas, seguramente, de leer más.

El autor nos recuerda que los hombres protagonizan, hegemonizan y ocupan, con su presencia y su poder simbólico y material, la producción y los lugares más prestigiados de la industria cinematográfica. De esta forma, la mayor parte del cine nos sigue ofreciendo solo una mirada, la masculina, cosificadora y devaluadora del cuerpo y la personalidad de la otra mitad de la población. Síntoma de esta dinámica machista y androcéntrica, en los productos culturales cinematográficos, se simbolizan los valores del poder, la fuerza, la agresividad, la omnipotencia, prescritos a lo masculino, frente a la imagen erotizada y subalternizada de las mujeres.

Sin embargo, bajo la imagen de fortaleza varonil, Salazar nos explica la paradójica fragilidad con la que la masculinidad se construye y se relaciona con todo lo que la rodea. La toxicidad inherente a la masculinidad tradicional, se relaciona con los costes que tienen para los propios hombres el hecho de asimilar un modelo identitario dominante de ser hombre, que implica disvalores, disfunciones emocionales y costes personales, tales como la soledad, la rivalidad, la falta de autonomía en relación al autocuidado, la inoperancia emocional o la interiorización de mecanismos de resolución de conflictos por medio de la violencia contra las mujeres y contra los demás. Ésta es la masculinidad siempre construida en negativo, en negación de lo femenino, que además por su naturaleza actúa a partir de parámetros excluyentes y deshumanizantes.

Vemos que este ensayo, escrito con pasión y profundo conocimiento, se adentra en cómo el cine plasma, a través de la representación, cuestiones como las fratrías de varones, la fantasía del autocontrol varonil, el enaltecimiento constante del modelo heroico de masculinidad, la homofobia como sustento de la masculinidad excluyente contra los modelos disidentes y recesivos de ser hombre, o incluso la LGTBQfobia y su casi total ausencia en la producción cinematográfica. Tampoco podemos olvidarnos de cómo el reiterado tratamiento cosificador de la imagen femenina, objeto sexualizado, y mercantilizado, representa a su vez, junto con el dinero, el símbolo de estatus masculino por excelencia. Esto entra en relación con el hecho de que los arquetipos femeninos más comúnmente explotados y visibles en las películas de éxito, se configuran en oposición al ideal genérico masculino, representante del éxito, la racionalidad, la decisión y el protagonismo, valores que transmiten, a primera vista, una apariencia de resistencia, solidez e invulnerabilidad carente de fisuras. No obstante, algunos personajes de films más o menos conocidos y taquilleros, se permiten irremediablemente atenuar y relajar los mandatos de género asimilados.

En muchas de las películas analizadas en este inspirador ensayo, los hombres, en su marcha hacia delante, recurren a una máscara que oculta un vacío existencial y emocional, fruto del esfuerzo constante y alienante de luchar por conseguir el éxito, un triunfo que se traduce en el objetivo desesperante e inalcanzable de formar parte del club de una mística de la masculinidad que sustenta el orden sexual jerárquico establecido.

Los hombres en las últimas décadas se sienten colectivamente desubicados ante los cambios de un marco de relaciones de género que se resquebraja en su proceso de transformación, síntoma de un creciente empoderamiento de las mujeres en su progresiva conquista de nuevos espacios y derechos anteriormente vedados. En este sentido, el autor invita a los varones a una revisión interior que apueste por el cambio personal y colectivo en favor de la renuncia de los privilegios patriarcales.

Se trata, por lo tanto, de un libro necesario, que a través de un repaso de la Historia del cine (retrotrayéndose a los años 30 del pasado siglo, aunque centrándose en una filmografía mayormente contemporánea) nos incita a la autoreflexión personal, para vencer y superar los déficits de la masculinidad hegemónica-tradicional. Nuestro autor no se detiene en un mero análisis crítico-teórico, ni tampoco en ofrecer una interesante y abultada selección cinematográfica espléndidamente reseñada. Salazar nos propone, con decidido espíritu de compromiso, un nuevo contrato sexual asentado en la consecución del corpus de reivindicaciones de la agenda política feminista de nuestro tiempo, en el que la igualdad entre hombres y mujeres pase por una deconstrucción profunda y radical de la subjetividad masculina imperante.

 

Jesús Espinosa Gutiérrez

Universidad de Cantabria